03 Dec
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I. Introducción


Glim y Elmekia son dos amigos que se conocieron cuando eran pequeños e iban a la
misma escuela, además dio la casualidad de que eran vecinos.
Vivían en un pequeño pueblo situado en el Reino de Ilya, en un claro al sur del Gran
Valle, en las proximidades del único lago de esa región. Una zona que entraba en los
dominios de la ciudad de Igris.
La aldea se encontraba en un claro entre los bosques que componían la zona sureste
del lago. En su mayor parte eran casas de madera y paja, humildes moradas apiladas
junto a los pinos, árboles característicos de la zona sureste del reino, de copa ancha y
gran altura. Las casas se extendían hasta la orilla de un río cercano, de agua cristalina
y cuya orilla estaba adornada por guijarros que se alternaban entre colores
blanquecinos y grisáceos.
A lo lejos se podían entrever las montañas lejanas y los grandes bosques.
Los alcaldes de los distintos pueblos, con la intención de que los niños y niñas de los
pueblos cercanos pudieran ir a la escuela, hicieron una pequeña colecta donde cada
uno podía donar lo que pudiera al proyecto.
Con el paso de los meses se pudo reunir el dinero suficiente para pagar a unos
carpinteros de la ciudad más cercana, que con la ayuda de los habitantes del pueblo
terminaron de construir una escuela común, lugar donde irían todos los niños y niñas
de los distintos pueblos, incluidos nuestros dos protagonistas.



II. El Comienzo


Nuestros protagonistas empezaron a ir a la escuela poco después de que esta se
construyera y se consiguiera el material necesario para que fuera funcional.
Como incluso entre los cuatro pueblos implicados no había suficientes niños para
llenar varias clases, se asignaron todos a un aula única y el resto del colegio se utilizó
para fines varios, que iban desde un pequeño comedor hasta algunas salas usadas de
almacenaje.
A pesar de que tanto Glim como Elmekia estaban en el mismo aula, no solían hablar,
ni siquiera sentarse juntos, probablemente ni sabían que venían del mismo pueblo y
eran vecinos.
Elmekia era una chica muy activa y abierta, le gustaba conocer gente y hacer cosas
nuevas, es por ello que la escuela le gustaba mucho y no quería perderse ni un día.
Para ella, el colegio le daba la oportunidad de hacer amigos, divertirse y aprender,
además de que salía de su pueblo y veía cosas nuevas, por lo que podríamos decir que
Elmekia era una persona muy aventurera y que no tenía miedo a las cosas nuevas que
tuviera que enfrentar.
Por otro lado, Glim era un chico más calmado y tímido, no es que no le gustara estar
con gente, pero solía mantenerse la margen, ya que le costaba hablar con los demás
debido a la vergüenza que le daba. Por ello le gustaba más quedarse en casa, un lugar
que conocía a la perfección, en lugar de tener que afrontar situaciones en las que
debía relacionarse con gente nueva, todo esto por miedo a lo que otros pensarían de
él, algo que le hacía pasarlo mal.
Un día, de camino a la escuela, el carruaje en el que iba Elmekia con su padre tuvo un
pequeño problema, una de las ruedas traseras se había salido y no podían arreglarlo
solos.
Dio la casualidad de que Glim iba con su madre un poco más atrás y cuando llegaron
a donde estaban ellos dos pararon para ayudarles, sin embargo el carro era pesado y la
reparación algo laboriosa, por lo que decidieron que Glim, Elmekia y la madre de
Glim, Karen, irían en su carruaje hacia la escuela, mientras el padre de Elmekia, Will,
volvería al pueblo para pedir algo de ayuda.
Durante el viaje, Elmekia intentaba hablar con Glim, quien, por su forma de ser, no
daba demasiada conversación. Sin embargo, Elmekia no lo veía como algo raro, sino
como algo nuevo, ya que no había conocido nunca a una persona así, así que en lugar
de dejar de hablar con él, simplemente tenía más y más curiosidad por conocerle.
De esta forma cuando llegaron a la escuela, Elmekia se sentó junto a él y siguió
tratando de averiguar más sobre Glim, al cual no parecía incomodarle la presencia de
Elmekia, quizá debido a la actitud de esta, la cual era muy abierta y divertida.

III. Dificultades


Fueron pasando los días, al mismo tiempo que Glim y Elmekia comenzaban a
conocerse mejor. Ambos aprendieron cosas del otro, Elmekia empezaba a
comprender mejor a las personas como Glim, al mismo tiempo que aprendió a ver las
cosas con más calma y no dejarse llevar tan fácilmente, algo que le había llevado a
ser castigada en más de una ocasión por sus padres. Glim, por otro lado, empezó a ir
con más entusiasmo a la escuela y empezaba a comprender que no hay por qué tener
miedo a las personas, ni a las situaciones nuevas.
Sin embargo, había niños que se metían con Glim solo porque su personalidad era
diferente y esto era un problema, ya que provocaba que nuestro protagonista fuera a
la escuela sin ganas y algo triste e incluso preocupado.
Pasaron unos pocos días que se hicieron bastante largos para Glim, los niños seguían
metiéndose con él, pero había uno especialmente agresivo que se llamaba Dan.
Dan era un chico de otro pueblo, situado en el extremo opuesto del lago, justo en la
entrada de la espesura que se extendía hasta las montañas más altas del lugar.
Este chico era agresivo y quería salirse con la suya siempre, por lo que no aceptaba
que le llevaran la contraria y trataba siempre de llamar la atención. Tenía una
personalidad que chocaba con la personalidad tranquila de Glim, lo cual hizo que
Dan pusiera más empeño en molestarle.
A pesar de todo esto, Glim era un chico amable que no quería preocupar a nadie, por
lo que no comentó esta situación ni a Elmekia ni a sus padres, simplemente dejó que
esto pasara.
Un día Glim fue al lago cercano a su pueblo con la intención de relajarse y dejar de
pensar en todo lo que le rodeaba.
Cuando llegó allí escuchó unos ligeros ruidos que venían de un árbol cercano, así que
Glim se asomó para ver desde lejos qué había en esa zona. Apenas se distinguía bien
debido a que ya estaba atardeciendo y los árboles tapaban gran parte de los rayos
anaranjados del sol, solo podía reconocer algo grande y marrón junto al árbol pero no
tenía ni idea de qué era.
Glim se quedó paralizado, tenía miedo al principio por no saber qué hacía esos
ruiditos, pero ahora que había visto el tamaño que tenía y que no podía distinguir bien
qué es lo que era, tuvo aún más miedo, hasta el punto de que no sabía qué hacer.
Las piernas le temblaban y su mirada estaba fija en aquel bulto marrón hasta que
empezó a oir unas ligeras pisadas tras de él, en ese momento quería salir corriendo,
pero sus piernas no le respondían, se había quedado congelado, pero las pisadas cada
vez estaban más cerca, hasta que estas se detuvieron y notó algo húmedo posarse en
su hombro. ''Oye chico''
Al escuchar la voz de un hombre, Glim se relajó un poco, quizá porque en su
imaginación ya se habían creado monstruos de todo tipo, pero aún así seguía siendo
un desconocido, por lo que debía tener cuidado.
Cuando se giró vió a un hombre ya entrado en los treinta, con algo de barba, iba
vestido con unos pantalones para montar a caballo y un ligero abrigo.
El hombre tenía un gesto amable, llevaba una caña de pescar al hombro y unos
cuantos peces atados al cinturón. Lo que había en el hombro de Glim era la mano del
hombre, ligeramente mojada de haber estado pescando y cogiendo los peces.
El hombre y Glim empezaron a hablar mientras se dirigían a ese ''bulto'' que Glim vio
antes, tras decirle esto el hombre echó a reir, no era un ''monstruo'' ni nada parecido,
era el caballo del hombre, que lo había dejado atado a un árbol cercano.
El hombre se llamaba Devin e iba de camino a una ciudad que se encontraba a más de
sesenta kilómetros de donde estaban ahora mismo. Al parecer viene de un rancho de
bastante lejos, en una zona algo más árida pero rica en pasto. Había parado aquí para
descansar un poco y conseguir algo de comida.
Devin le preguntó a Glim qué hacía aquí a estas horas, y empezó a contarle todo lo
ocurrido.
Mientras le oía, Devin hizo un pequeño fuego y puso dos de los peces que había
pescado atravesados en un palo y luego los dejó cerca del fuego para cocinarlos
lentamente.
– ''Bueno... creo que si hay un problema que no puedes solucionar solo, es mejor
pedir ayuda. No tiene nada de malo pedir ayuda a las personas que conoces y
en las que confías, estoy seguro de que tus padres o tu amiga no se van a
preocupar si se lo dices, se preocuparían más si te pasara algo y no supieran
por qué'' – dijo Devin mientras le acercaba uno de los peces recién hechos
''Cuidado que quema''
Glim se quedó en silencio, algo sorprendido, lo que le dijo rompía aquello en lo que
había creido, él realmente pensaba que preocuparía a los demás y que no había
necesidad de ello porque él podría solucionar el problema. Pero la realidad es que él
no podía y que necesitaba ayuda.
Cuando terminaron de comer, Glim le dio las gracias y siguieron hablando un rato
más. Al hacerse más tarde, Devin llevó a Glim a su casa a caballo y, tras despedirse,
siguió su camino.
Una vez que Glim entró en su casa habló con sus padres y le contó todo lo que había
estado pasándole con Dan y los otros chicos, además de tener que decirles dónde
había estado hasta tan tarde.
A la mañana siguiente, los padres de Glim fueron a hablar con el director de la
escuela mientras que nuestro protagonista le contaba todo a Elmekia.
Para sorpresa de Glim, Elmekia ya se había dado cuenta de que había estado teniendo
problemas, pero había decidido esperar a que él mismo se lo dijera para poder
solucionar este problema los dos juntos.
Un problema que no duraría mucho si estos dos están decididos a solucionarlo.

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